Guía completa sobre la gestión de activos en 2025

Explicación clara y práctica de la gestión de activos en 2025: funcionamiento, costes y efectos reales para hogares y pymes, con ejemplos numéricos y un mini glosario.

En este texto explico, desde la perspectiva de un analista económico, qué entendemos por gestión de activos en 2025, cómo funciona a nivel operativo y qué implicaciones prácticas tiene para hogares y pequeñas empresas. Mantengo un enfoque factual: defino conceptos, explico mecanismos y muestro ejemplos numéricos ilustrativos sin emitir recomendaciones de inversión.

  • Definición y alcance: gestión de activos como servicio profesional que dirige carteras de inversión.
  • Mecanismos clave: mandato de inversión, custodia, gestor de cartera y modelos de asignación.
  • Modelos comerciales: cuentas privadas, fondos agrupados, roboadvisors y firmas híbridas.
  • Costes frecuentes: desde pocos puntos básicos hasta honorarios por rendimiento y mínimos anuales.
  • Impacto real: efecto de las comisiones sobre resultados y utilidades prácticas para hogares y pymes.

Qué es la gestión de activos y cuáles son sus ejemplos más habituales

En términos sencillos, entiendo la gestión de activos como el servicio, habitualmente ofrecido por una firma, de administrar el patrimonio o la cartera de inversiones de un cliente. La actividad puede abarcar desde decisiones de compra y venta hasta la estructuración de una cartera conforme a un mandato de inversión definido. Tradicionalmente, estas firmas atienden a clientes con patrimonios elevados, aunque en la última década muchas han ampliado su oferta para inversores medios.

La gama de activos que se integran en una actividad de gestión es amplia. Entre los más habituales figuran acciones, bonos y activos inmobiliarios; también aparecen estructuras más complejas como fondos de capital privado, sociedades limitadas de inversión y vehículos colectivos. Los gestores deciden la combinación de esos activos en función del objetivo del cliente, su horizonte temporal, tolerancia al riesgo y requisitos de liquidez.

En la práctica, los ejemplos son variados: por un lado, grandes casas que ofrecen mandatos discrecionales para clientes de alto patrimonio; por otro, gestoras que crean fondos colectivos (fondos de inversión, fondos indexados o ETFs) que permiten a inversores con cantidades más pequeñas acceder a carteras diversificadas. También existen plataformas automatizadas, conocidas como roboadvisors, que emplean algoritmos para rebalancear carteras con costes reducidos.

Activos y estructuras frecuentes

Las acciones representan exposiciones directas a empresas y son habituales en carteras orientadas al crecimiento. Su comportamiento depende de factores micro y macroeconómicos; por ello, la gestión diversifica entre sectores y países.

Los bonos ofrecen flujos de interés y suelen utilizarse para equilibrar la volatilidad de las acciones. Pueden provenir de emisores públicos o privados y su selección considera el plazo, la solvencia del emisor y las condiciones de mercado.

El inmobiliario y el capital privado aparecen en carteras más complejas o institucionales. Estos activos aportan diversificación pero, con frecuencia, menor liquidez; su inclusión responde a objetivos de rentabilidad a medio y largo plazo.

Tipos de firmas y ejemplos operativos

Existen grandes gestoras que ofrecen tanto servicios para clientes con patrimonios considerables como productos para inversores corrientes. Algunas operan divisiones privadas con atención personalizada, y simultáneamente patrocinan fondos abiertos que pueden adquirirse con aportaciones menores.

Otras sociedades se especializan: pueden centrarse en inversión pasiva, en estrategias de valor o en la gestión de planes institucionales como pensiones y fondos de empresas. Esta especialización determina la filosofía de inversión y los procesos internos.

Por último, hay modelos que combinan servicios: firmas que actúan como gestoras y, a la vez, prestan asesoramiento o servicios bancarios complementarios. Esa integración modifica cómo se perciben costes y beneficios desde la perspectiva del cliente.

Cómo funciona la gestión de activos en la práctica

En mi análisis, la operativa de gestión de activos se sostiene sobre tres elementos básicos: el mandato o proceso de inversión, la estructuración y la ejecución de operaciones, y la custodia de los activos. El mandato define límites, objetivos y criterios éticos o fiscales que el gestor debe respetar. La ejecución se apoya en equipos y herramientas que valoran riesgos y oportunidades; la custodia se ocupa de la preservación legal y administrativa de los instrumentos.

El mandato de inversión es el documento o guía interna que condiciona decisiones. Contiene parámetros como el horizonte temporal, la tolerancia al riesgo, la necesidad de liquidez y eventuales restricciones (por ejemplo, excluir ciertos sectores por criterios éticos). Los gestores aplican ese mandato para construir posiciones y rebalancear la cartera según cambios en mercado o en la situación del cliente.

En muchos casos, el cliente mantiene una cuenta privada con la entidad gestora y el dinero queda depositado en una cuenta gestionada, a menudo custodiada por un tercero. Las firmas asumen la gestión con una autorización limitada (poder limitado) para operar en nombre del cliente. Esa estructura facilita la agilidad en la ejecución, pero también exige controles de cumplimiento y transparencia sobre comisiones y operaciones.

Procesos internos y criterios de selección

Los gestores elaboran procesos internos que pueden incluir análisis cuantitativo, evaluación cualitativa y decisiones de asignación estratégica. Esos procesos buscan coherencia entre el mandato y la implementación práctica.

La selección de activos se evalúa por criterios de rendimiento esperado, riesgo, correlación y coste. En carteras colectivas, además, se considera la estructura de comisiones del propio vehículo, que afecta al rendimiento neto del inversor.

En firmas orientadas al cliente individual, la personalización (por ejemplo, ajustar exposición a renta variable según circunstancias fiscales o preferencias éticas) es un componente clave de la propuesta de valor.

Modelos de asignación y uso de tecnología

Las grandes gestoras suelen emplear modelos de asignación de activos que combinan reglas cuantitativas y juicios discrecionales. Es común que asesores internos recomienden una asignación de referencia y que los gestores la adapten según condiciones de mercado.

Hoy, la tecnología ha ampliado opciones: plataformas para rebalanceo automático, herramientas de análisis de riesgo y soluciones para integrar fondos indexados o ETFs en carteras gestionadas. Las plataformas automatizadas permiten escalar servicios a inversores con patrimonios más modestos.

En el extremo, los roboadvisors implementan reglas algorítmicas que rebalancean según desviaciones respecto a la asignación objetivo, reduciendo costes operativos y, por tanto, las comisiones visibles para el cliente.

Costes, estructuras de comisiones y variedades comerciales

Un aspecto determinante de la gestión de activos son las comisiones y su forma de cálculo. En mis revisiones encuentro grandes diferencias: desde cargos muy bajos en productos indexados hasta comisiones por rendimiento o mínimos anuales en mandatos privados. Comprender la estructura de costes es esencial para evaluar el impacto sobre el resultado neto del inversor.

Las comisiones pueden presentarse de varias maneras. En fondos colectivos, existen gastos anuales que se descuentan automáticamente del patrimonio del fondo. En cuentas gestionadas, el cargo suele ser un porcentaje del patrimonio bajo gestión (AUM). En mandatos con cláusulas de rendimiento, la firma puede cobrar un porcentaje sobre el exceso de rentabilidad sobre un umbral acordado. También existen mínimos anuales fijos que se aplican cuando el patrimonio es reducido en relación con los costes de servicio.

Algunas firmas operan con un modelo integrado: cobran menos en la gestión directa porque obtienen ingresos por otras vías (comisiones de transacción, productos vinculados o servicios bancarios). Otras actúan con un enfoque exclusivo de honorarios por gestión (fee-only), lo que, en teoría, disminuye los conflictos de interés ligados a comisiones por producto.

Rangos típicos y ejemplos de estructura

Los rangos de comisiones varían ampliamente. En fondos indexados y ETFs los costes de gestión pueden situarse en pocos puntos básicos (decenas de centésimas de punto porcentual), mientras que cuentas gestionadas personalizadas suelen mostrar tarifas entre 0,3 % y 2 % anual, dependiendo del nivel de servicio y del patrimonio. Mandatos con mínimos anuales pueden partir de cifras como 5.000 o 10.000 dólares (o la equivalencia local) en situaciones de servicios boutique.

Las comisiones por rendimiento, presentes en algunos fondos alternativos, implican que la firma cobre un porcentaje de la ganancia por encima de un punto de referencia. Este esquema alinea incentivos en cierto sentido, aunque requiere un diseño contractual claro para evitar riesgos de asimetría.

En cuentas que agrupan servicios (cuentas de gestión integrada), los costes pueden situarse en rangos entre 1 % y 2,75 % según el saldo y los servicios adicionales que se incluyan.

Implicaciones de los distintos modelos comerciales

Los modelos integrados pueden ofrecer ventajas en coste efectivo para clientes que utilicen múltiples servicios del mismo grupo, porque parte de los ingresos se obtienen por vías distintas a la gestión directa. Sin embargo, esa misma integración exige mayor atención a la transparencia y a posibles conflictos de interés.

Las firmas fee-only, que sólo cobran por la gestión, suelen ser percibidas como más objetivas en la selección de productos, dado que no obtienen comisiones por vender instrumentos concretos. No obstante, la elección entre modelos depende de las necesidades del cliente y de la relación coste-beneficio que él mismo evalúe.

En todos los casos, el detalle contractual sobre comisiones, mínimos y posibles costes ocultos (transacciones, custodia) debe analizarse con cuidado para entender el coste real.

Impacto práctico para hogares y pymes

Desde el punto de vista práctico, la existencia de distintos modelos de gestión determina alternativas accesibles para hogares y pequeñas empresas. En mi experiencia, los hogares con aportaciones modestas acceden hoy a soluciones diversificadas mediante fondos y ETFs, mientras que las pymes suelen evaluar tanto la gestión de excedentes de tesorería como la administración de planes de pensiones o provisiones.

Para un hogar, la principal diferencia entre contratar una cuenta gestionada privada y comprar un fondo indexado suele residir en el nivel de personalización y el coste. Un fondo indexado ofrece exposición diversificada con comisiones bajas; una cuenta gestionada puede incorporar consideraciones fiscales, timing de liquidez o criterios de inversión específicos, a costa de mayores comisiones.

Para una pyme, la gestión de activos puede materializarse en varias necesidades: optimizar la liquidez a corto plazo, administrar excedentes para inversiones futuras, o gestionar pasivos como planes de pensiones de empleados. Algunas firmas ofrecen soluciones específicas para empresas, mientras que otras se centran en clientes institucionales mayores como fondos de pensiones o aseguradoras.

Escenarios típicos para hogares

Un hogar con ahorro moderado que desea mantener una cartera básica puede encontrar suficiente un fondo indexado gestionado por una gran firma; la accesibilidad y los bajos costes son argumentos operativos. En el caso de necesidades más complejas (optimización fiscal, herencias, criterios éticos), la oferta de cuentas gestionadas personalizadas tiene más sentido operativo, aunque con costes superiores.

Las plataformas automatizadas permiten escalar soluciones a inversores medios, reduciendo el umbral de entrada y manteniendo procesos de rebalanceo automático. En la práctica, esto ha ampliado la base de usuarios que acceden a servicios gestionados sin requerir patrimonios elevados.

También es importante considerar la custodia y la transparencia de costes: en cuentas donde los activos están custodiados por terceros, el seguimiento y control administrativo de posiciones suele ser más claro.

Escenarios típicos para pymes

Las pequeñas empresas valoran la gestión de liquidez y la previsión fiscal. Para excedentes temporales, algunas pymes recurren a fondos de mercado monetario o carteras conservadoras gestionadas por terceros. Para asuntos de largo plazo, como provisiones o planes de pensiones, se busca mayor diversificación y, en ocasiones, gestores especializados en obligaciones corporativas.

La decisión entre delegar la gestión a una firma externa o mantener una gestión interna depende del tamaño, recursos y complejidad de las necesidades. Externalizar puede reducir el coste operativo interno pero implica analizar comisiones y la solvencia del gestor.

En todos los casos, la documentación contractual y los costes agregados (gestión, custodia, comisiones de transacción) influyen en la rentabilidad neta de la empresa.

Ejemplos numéricos ilustrativos

A continuación presento cálculos sencillos que ilustran el efecto de comisiones habituales. Son ejemplos ilustrativos, no proyecciones ni recomendaciones.

  • Ejemplo A — Cuenta gestionada con tarifa del 1 % anual: si una cartera valora 100.000 €, una comisión del 1 % implica un coste anual de 1.000 € antes de impuestos y otros gastos. Si la rentabilidad bruta fuese del 5 %, el rendimiento neto perdería un punto porcentual por la comisión.
  • Ejemplo B — Fondo indexado de bajo coste: un ETF con coste anual de 0,08 % sobre 20.000 € implica un gasto anual de 16 €. La diferencia frente a una cuenta del 1 % se hace notable con horizontes largos.
  • Ejemplo C — Mínimo anual en cuenta privada: un mandato con mínimo anual de 5.000 € resulta gravoso para un patrimonio pequeño: si el saldo es 50.000 €, ese mínimo equivale a un 10 % nominal anual, claramente diluyendo la rentabilidad.
  • Ejemplo D — Cuenta de gestión integrada con 1,5 % y servicio adicional: sobre 80.000 €, la comisión sería 1.200 € anuales; la valoración práctica depende de los servicios incluidos (préstamos colateralizados, seguros, etc.).

Esos ejemplos muestran cómo la estructura de costes y el tamaño del patrimonio son determinantes en el resultado neto. Pequeñas diferencias en comisiones tienen un efecto acumulado significativo con el paso del tiempo.

Mini glosario

  • Activo: instrumento con valor económico susceptible de ser comprado y vendido (acciones, bonos, inmuebles, etc.).
  • Mandato de inversión: conjunto de instrucciones que define límites y objetivos para el gestor.
  • AUM (Activos bajo gestión): patrimonio total que gestiona una firma; base habitual para calcular comisiones.
  • Fee-only: modelo de remuneración que cobra únicamente honorarios de gestión, sin comisiones por venta de productos.
  • Roboadvisor: plataforma automatizada que gestiona carteras mediante reglas algorítmicas.
  • Custodia: servicio encargado de la preservación y registro de los activos en nombre del cliente.

Preguntas frecuentes

¿En qué se diferencia una cuenta gestionada de invertir en un fondo indexado?

Una cuenta gestionada ofrece, por lo general, personalización: la asignación puede ajustarse a circunstancias fiscales, preferencias éticas o necesidades de liquidez del cliente. El gestor toma decisiones activas en nombre del titular.

En contraste, un fondo indexado replica un índice con una gestión pasiva; su objetivo es seguir la evolución del índice y suele implicar comisiones muy bajas. La elección entre ambos modelos depende de la necesidad de personalización frente al coste.

En términos operativos, los fondos indexados facilitan escalabilidad y transparencia, mientras que las cuentas gestionadas requieren una relación contractual más compleja y suelen tener costes superiores.

¿Qué significan las comisiones por rendimiento?

Las comisiones por rendimiento implican que la gestora cobra un porcentaje sobre la rentabilidad que supera un umbral previamente acordado. Se trata de un esquema que, en principio, alinea incentivos entre gestor y cliente.

No obstante, su diseño importa: es necesario definir claro el punto de referencia, el periodo de cálculo y posibles mecanismos de devolución en años posteriores si las ganancias se revierten.

Ese tipo de comisiones es más frecuente en productos alternativos o mandatos con estrategias activas y suele asociarse a mayores riesgos y comisiones totales.

¿Qué opciones hay para inversores con cantidades pequeñas?

Hoy existen opciones accesibles: fondos colectivos, ETFs y plataformas automatizadas permiten acceder a carteras diversificadas con importes reducidos. Algunas grandes gestoras han ampliado su oferta para captar a este segmento, reduciendo mínimos y costes.

En la práctica, los fondos indexados y los roboadvisors son soluciones operativas comunes para inversores con patrimonios modestos que buscan exposición diversificada sin costes elevados.

Es importante considerar siempre la relación entre coste y servicio: para cantidades pequeñas, comisiones altas en mandatos personalizados pueden anular beneficios potenciales.

¿Cómo afectan las comisiones al rendimiento a largo plazo?

Las comisiones reducen el rendimiento neto del inversor y su efecto se compone a lo largo del tiempo. Una diferencia de comisiones de 0,5 % anual parece pequeña en un solo año, pero acumulada durante décadas puede suponer una parte significativa del patrimonio final.

Por ello, en entornos de horizonte largo, incluso reducciones modestas en costes pueden tener un efecto material sobre el resultado neto.

La evaluación precisa requiere calcular el impacto sobre el flujo composto, teniendo en cuenta la rentabilidad bruta esperada y las comisiones aplicables.

¿Qué debo revisar en el contrato con una firma de gestión?

Entre los elementos clave que suelo analizar figuran la estructura de comisiones (percentajes, mínimos, comisiones por rendimiento), la política de custodia, los plazos de liquidación, las cláusulas de poder para operar y la transparencia en reportes y costes.

También es relevante conocer si la firma actúa con modelo fee-only o si obtiene ingresos por ventas de productos; esa distinción tiene implicaciones en los posibles conflictos de interés.

Por último, es esencial comprobar la periodicidad y el detalle de la información que recibirá el cliente sobre la cartera y los costes asociados.

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Javier Mendez

Javier Mendez es analista económico con más de una década cubriendo macroeconomía, mercados y empresa. Formado en finanzas y economía aplicada, ha trabajado en consultoría y en mesas de análisis sell side, lo que le permite leer los datos con precisión y explicarlos de forma clara. En sus piezas desmenuza indicadores, políticas monetarias y resultados corporativos, siempre con foco en impacto real para el lector: empleo, poder adquisitivo y decisiones de ahorro/inversión. Defiende una comunicación transparente, con gráficos comprensibles y comparativas históricas que evitan el ruido del corto plazo. En el medio dirige especiales sobre inflación, banca y energía, y coordina el calendario de publicaciones de resultados para ofrecer contextos antes y después de cada hito. Su sello: rigor, contexto internacional y conclusiones accionables sin jerga innecesaria.

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