Receta: Espagueti al Ajo y Parmesano Rápido y Fácil

Espagueti al ajo y parmesano listo en 25 minutos: técnica con agua de cocción, trucos para una salsa sedosa, variantes y conservación para que siempre salga perfecto.

Rápido, sabroso y con solo unos pocos ingredientes: así es este espagueti al ajo y parmesano. Lo preparo cuando necesito una guarnición o un plato principal ligero que se haga en un suspiro. La clave es la técnica del agua de cocción —almidón y temperatura— que transforma mantequilla y queso en una salsa sedosa que se pega al pasta.

Tarjeta de la receta

  • Preparación: 10 minutos
  • Cocción: 15 minutos
  • Tiempo total: 25 minutos
  • Raciones: 4
  • Calorías por ración: 426 kcal
  • Elemento esencial: 1 taza de agua de cocción reservada

Ingredientes (y por qué importan)

He aquí la lista base, seguida de pequeñas notas sobre elección y función de cada elemento. No es solo una enumeración: entender el papel de cada ingrediente te permitirá ajustar la receta sin perder la textura ni el sabor. El espagueti aporta la base de almidón; la mantequilla aporta brillo, sabor y grasa que facilita la emulsión; el ajo aporta aroma; el parmesano da sal, umami y estructura a la salsa; la sal del agua y el agua de cocción hacen el resto.

Cuando uso pasta seca procuro que sea de buena calidad y con corteza rugosa o bronze cut: así la salsa se adhiere mejor. Para cuatro raciones la receta original indica 10 oz de espagueti; si prefieres medidas europeas, equivale aproximadamente a 280–300 g, suficiente para 4 personas cuando se sirve como plato principal ligero o como acompañamiento para dos con proteínas. No exageres la cantidad de aceite o mantequilla: la emulsión necesita equilibrio.

La elección de la mantequilla marca diferencia. Uso mantequilla sin sal porque me permite controlar el punto de sal de la salsa: añado sal al agua de cocción y ajusto al final. Si empleas mantequilla con sal, reduce la sal añadida. El parmesano debe estar recién rallado y seco: el queso en polvo o los trozos muy húmedos no se funden igual ni aportan la textura correcta. El ajo debe ser fresco y picado fina o triturado para que su sabor se distribuya de forma homogénea.

  • Espagueti seco: 10 oz (≈ 285 g)
  • Mantequilla sin sal: 1/4 taza (≈ 56 g), en dados
  • Ajo fresco: 1 cucharada, picado (aprox. 3 dientes)
  • Parmesano rallado: 2 oz (≈ 60 g), bien raspado (1 taza colmada)
  • Sal y pimienta negra: al gusto
  • Agua de cocción reservada: 1 taza

Si necesitas adaptar por alergias o preferencias: sustituye la mantequilla por aceite de oliva virgen extra para una versión más ligera; utiliza queso vegano seco para una alternativa sin lácteos (pero ten en cuenta que la emulsión variará). La sal del agua no solo sazona la pasta: aumenta el punto de ebullición levemente y ayuda a fijar la textura al dente.

Preparación: técnica y pasos claros

Antes de empezar

Organizar el trabajo facilita el resultado. Para mí, el gesto más importante es tener a mano el queso ya rallado y la mantequilla en trozos; así la unión entre calor y lácteos se produce instantáneamente y el riesgo de apelmazamiento disminuye. Prepara un recipiente para reservar al menos una taza de agua de cocción antes de escurrir la pasta.

Ajusta la sal del agua: uso una cucharada sopera por cada 4–5 litros cuando quiero un sabor bien definido, pero puedes reducirla según preferencias. Lleva el agua a ebullición fuerte antes de añadir la pasta; esto evita que el aceite se forme en la superficie y permite una cocción uniforme. Controla el tiempo de cocción del paquete para lograr al dente: lo ideal es que el centro tenga todavía un leve diente.

Ten en cuenta la temperatura de trabajo: el agua de cocción debe estar caliente cuando la incorpores a la mantequilla y la pasta; si esperas demasiado la emulsión no se formará correctamente. Por eso, una vez escurras la pasta, vuelve rápido al mismo recipiente o sartén donde vas a trabajar la salsa.

Paso a paso

1. En una olla grande lleva 10 tazas de agua a ebullición con sal. Añade la pasta y cuece según el tiempo del paquete hasta que esté al dente; no olvides remover ocasionalmente para evitar que se pegue.

2. Antes de escurrir, aparta 1 taza de agua de la cocción. Reserva caliente: será el agente emulsionante que transforma mantequilla y queso en una salsa sedosa.

3. Escurre la pasta y devuelve la olla vacía al fuego a temperatura media-baja. Añade la mantequilla y deja que se funda suavemente; no debe hervir a borbotones, solo fundirse y tomar calor uniforme.

4. Incorpora el ajo picado y saltéalo solo hasta que desprenda aroma y empiece a dorar ligeramente, aproximadamente 30–60 segundos. Si el ajo se quema, amargará la salsa.

5. Retira la olla del fuego, vuelve a añadir la pasta y vierte inmediatamente 1/2 taza del agua de cocción caliente. Mezcla con energía para que el almidón del agua se incorpore a la grasa y cree una emulsión.

6. Espolvorea el parmesano rallado y sigue mezclando hasta que el queso se funda y la salsa cubra los hilos de pasta. Si la mezcla queda demasiado espesa, añade más agua de cocción poco a poco hasta alcanzar la textura deseada.

7. Ajusta con sal y pimienta al gusto y sirve al momento, con un último toque de queso si te apetece. La rapidez en este tramo es clave: la salsa mejora con la inmediatez entre pasta caliente, agua y queso.

Notas, variantes y conservación

He probado esta receta de muchas maneras; compartiré los ajustes que mejor funcionan para mantener la textura y potenciar el sabor sin complicaciones. La simplicidad es su mayor virtud, pero pequeños cambios permiten convertirla en plato único, opción más cremosa o versión más ligera sin perder la armonía de sabores.

Para una versión con proteína, añado 2 tazas de pollo desmenuzado ya cocido. En ese caso incremento la mantequilla en 2 cucharadas y el parmesano a 85 g para mantener la riqueza de la salsa y su capacidad de recubrir la pasta. Si prefieres un perfil más cítrico, añado ralladura de limón y un chorrito de zumo al final: el contraste refresca y corta la sensación grasienta sin restar cremosidad.

Si quieres un resultado más suave y cremoso, incorporo 120 ml de nata líquida (crema de leche) junto con la mantequilla; la nata transforma la salsa en una textura más densa y estable, ideal si la vas a mantener caliente durante más tiempo. Para una opción más saludable, sustituyo la mantequilla por 30–40 ml de aceite de oliva virgen extra y utilizo espagueti integral; la textura cambia pero el truco del agua de cocción sigue siendo el motor de la emulsión.

Sobre conservación: la salsa se compacta en frío porque las grasas y el queso se solidifican. Guarda en un recipiente hermético en el frigorífico hasta 3 días. Para recalentar, prefiero hacerlo en sartén a fuego bajo con un chorrito de agua o aceite para recuperar la fluidez; en microondas uso 50% de potencia y añado una cucharada de agua por porción para evitar separación.

Errores frecuentes que conviene evitar: no reservar agua suficiente, permitir que el ajo se queme o añadir el queso a una temperatura demasiado alta. Todos estos fallos arruinan la emulsión. Mantén la temperatura moderada y controla la cantidad de agua de cocción: es más fácil añadir que corregir cuando la salsa queda demasiado líquida.

Tabla nutricional y explicación

Abajo presento la estimación nutricional por ración, tal y como la manejo en mis recetas. Los valores son aproximados y dependen de marcas y gramos exactos usados, pero sirven para hacerse una idea del aporte calórico y macronutriente principal.

Concepto Por ración
Calorías 426 kcal
Grasas 16 g
Grasas saturadas 10 g
Colesterol 40 mg
Sodio 236 mg
Hidratos de carbono 55 g
Fibra 2 g
Azúcares 2 g
Proteínas 15 g

Interpretación práctica: se trata de un plato con predominio de carbohidratos y una cantidad moderada de grasas provenientes de la mantequilla y el queso. Si buscas reducir calorías, disminuye la mantequilla y complementa con proteína magra o más verduras. Para quienes controlan la ingesta de sodio, utiliza un parmesano más curado con moderación o reduce la sal añadida al final.

En la cocina, estos números orientan, pero la textura y el balance son lo que determinan si la receta funciona. Una emulsión bien ejecutada resulta en plato saciante sin sensación grasa excesiva; por eso insisto en la función del agua de cocción y en añadirla gradualmente hasta conseguir la consistencia deseada.

Preguntas frecuentes

¿Puedo usar aceite de oliva en lugar de mantequilla?

Sí. El aceite de oliva sustituye a la mantequilla y ofrece una versión más ligera y con perfil diferente de sabor. La emulsión con aceite es menos cremosa pero sigue siendo práctica gracias al almidón del agua de cocción.

Para mantener cuerpo, usa un aceite de buena calidad y añade el agua caliente de cocción como en la receta original. Evita temperaturas muy altas: el ajo se quema antes y el aceite pierde matices.

Si buscas un punto intermedio, mezcla mitad mantequilla y mitad aceite: conservarás parte de la cremosidad y reducirás algo la saturación grasa.

¿Cómo consigo que el parmesano se funda sin formar grumos?

La clave es el calor controlado y la presencia de agua de cocción caliente. Si el queso se enfrenta a un calor demasiado alto o a una olla seca, tiende a apelmazarse. Empieza la mezcla fuera del fuego y añade agua gradualmente mientras remueves.

Rallar el queso fino asegura mayor superficie de fusión y evita que queden grumos. También procuro usar queso bien seco: un parmesano demasiado húmedo puede soltar suero y alterar la textura.

Si la mezcla espesa demasiado, añade pequeñas cantidades de agua de cocción, removiendo entre cada adición hasta obtener la cremosidad deseada.

¿Puedo preparar la salsa por adelantado?

No recomiendo preparar la salsa con antelación porque la emulsión depende de la temperatura y del almidón del agua recién caliente. Al enfriarse, la mezcla se separa y pierde brillo; la pasta absorbe líquidos y queda pegajosa.

Si necesitas adelantarte, guarda la pasta y los componentes por separado: mantén la mantequilla fría y el queso en un recipiente hermético. Al momento de servir, calienta la pasta con un poco de agua de cocción y emulsiona con mantequilla y queso.

Para grandes cantidades, recalienta en sartén a fuego bajo con pequeñas cantidades de agua o nata para devolver la textura sedosa sin sobrecalentar el queso.

¿Qué tipo de parmesano es mejor?

El parmesano curado y de calidad aporta más umami y una textura que se funde con elegancia. Evita mezclas con almidón o quesos ya rallados que contienen agentes antiapelmazantes: cambian la fusión y la textura final.

En ausencia de un parmesano curado, procura un queso curado seco similar; la clave es el sabor concentrado y la textura seca que permita emulsionar con el agua y la grasa.

En cualquier caso, ralla el queso justo antes de usarlo: el parmesano rallado con antelaglomerantes suele perder parte del carácter y no se funde tan bien.

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Lucia Gomez

Lucía Gomez es cocinera doméstica avanzada y redactora gastronómica centrada en cocina accesible: rápidas, saludables, repostería y batch cooking. Su metodología prioriza ingredientes asequibles, técnicas replicables y tiempos verificados en cocina real. Cada receta incluye lista de ingredientes clara, pasos numerados, variantes por alergias o preferencias y consejos de presentación sin artificios. Lucía dirige la línea editorial de fichas “smart” con tarjeta de información (porciones, tiempos, conservación) y tablas de nutrición aproximada. Apuesta por la recuperación de recetas tradicionales con enfoques modernos (airfryer, olla lenta) y por minimizar desperdicio con reaprovechamientos. Su comunidad valora su tono cercano, los resultados consistentes y su obsesión por testear medidas y horneados para evitar errores comunes.

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