El fracaso del cordón sanitario y la política de los partidos tradicionales
El vaticinio de la encuesta de La Vanguardia sobre el ascenso de Vox y Aliança Catalana refuerza la percepción del fracaso del cordón sanitario y del tratamiento de problemáticas que los partidos tradicionales no han sabido afrontar más allá de un repertorio de consignas flácidas.
Esta semana, hemos sabido de la situación en las universidades de Afganistán, donde el gobierno talibán ha decretado que solo pueden estudiar los hombres y se prohibirán todos los libros escritos por mujeres. ¿Qué tipo de respuesta ha generado esto? La izquierda parece desbordada; la preocupación debería extenderse más allá de manifestaciones simbólicas y enfocarse en combatir los abusos que se producen en muchos barrios del país, donde se imponen lastres teocráticos que afectan a la vida de las mujeres y los niños.
Vox y Aliança Catalana aprovechan la indignación popular y siguen una estrategia que puede ser calificada como criptodemocrática. Interpretar la encuesta como un giro hacia la extrema derecha es un ejercicio parcial; debemos preguntarnos si, en realidad, esto refleja una reacción ante la falta de propuestas democráticas que se ocupen de realidades como la situación precaria de los inmigrantes.
Estos inmigrantes, a quienes se amenaza con la deportación, son en la práctica esenciales para diversos sectores laborales, incluidos el transporte y el cuidado de personas mayores. Asimismo, se enfrentan al riesgo de ser explotados por mafias. En las tertulias televisivas, que se presentan como mesas de análisis, la crispación y la discordia parecen ser los principales motores de conversación.
En un programa de El món a RAC1, la líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, ha denunciado la islamización del país y la inmigración descontrolada desde un marco independentista. No obstante, su enfoque no presenta soluciones viables que contrarresten la hipocresía que perpetúa la deshumanización y la precariedad.
La efectividad en el debate depende de escuchar y dejar hablar a estos actores, para desmontar sus discursos con argumentos racionales, en lugar de recurrir a respuestas emocionales.