Estado actual de los coches autónomos en 2025: avances y desafíos

Analizo los informes de desconexión de California, los fallos recurrentes de varios fabricantes y qué medidas operativas y de seguridad son imprescindibles para avanzar con garantías en 2025.

Soy Sergio, especialista en motor. En este texto explico, desde la experiencia técnica, qué muestran los informes públicos sobre coches autónomos y qué implicaciones prácticas tienen hoy, 12 de diciembre de 2025. Parto de los datos que dejaron las entregas obligatorias a la DMV de California y de los fallos concretos notificados por varios fabricantes para ofrecer un diagnóstico claro y recomendaciones operativas.

Ficha técnica condensada: qué miden los informes y qué números importan

Origen y alcance de los datos

La autoridad de tráfico de California exige a las compañías que prueban vehículos autónomos en sus vías la presentación anual de informes de desconexión, es decir, registros de cuándo un conductor humano tuvo que retomar el control del coche. Estos informes son una ventana directa a los límites operativos de los sistemas de conducción automatizada en condiciones reales.

En los documentos oficiales se registran tanto la distancia rodada en modo autónomo como el número de desconexiones. Un ejemplo representativo: en los datos de 2017, Waymo anotó 63 desconexiones tras recorrer 352.545 millas. Esa relación kilómetros/episodios sigue siendo una métrica útil para comparar la madurez relativa de distintos proyectos.

Además de las cifras, los informes aportan descripciones circunstanciales de cada incidente: pérdida de señal GPS, errores de clasificación de semáforos, dificultades ante conductores humanos imprevisibles, fallos de software y problemas con la interpretación de la escena cuando aparecen elementos no previstos, como conos de obra.

Empresas y problemas detectados

Los informes que consulto incluyen observaciones de empresas relevantes: Waymo, Cruise (GM), Aptiv (antes Delphi), Baidu, Drive.ai y Nissan. Cada una documentó problemas distintos que, en conjunto, definen las áreas donde la tecnología aún no es robusta.

Algunos fallos concretos: sensores incapaces de detectar vehículos que se aproximan en carriles contrarios; mala interpretación de señales y semáforos; dificultades para sintetizar información sensorial y tomar decisiones coherentes ante conductas humanas ilegales o erráticas; errores de localización que generan incertidumbre sobre la posición del vehículo; y fallos de software que provocan caídas temporales del sistema de automatización.

La frecuencia y la naturaleza de los incidentes varían entre proyectos, pero el patrón es claro: no se trata solo de afinar algoritmos, sino de garantizar redundancia y robustez frente a condiciones del mundo real que cambian de forma imprevisible.

Análisis de fallos y pros/contras: qué funciona y qué no

Fortalezas observadas en los proyectos

Tras revisar los relatos de operación, veo que hay aspectos positivos que no conviene obviar. Muchas pruebas se realizan sobre cientos de miles de millas, lo que aporta datos reales y variados; esa experiencia acumulada es la base de cualquier mejora sólida.

Algunos proyectos demuestran baja tasa de desconexión relativa, lo que indica avances en la detección básica de la calzada, mantenimiento de carril y gestión de situaciones estándar de tráfico. Esos logros se alcanzan gracias a conjuntos de sensores complejos y mapeado detallado en zonas urbanas donde se concentran las pruebas.

Desde mi perspectiva, la progresión técnica existe: los sistemas aprenden a resolver interacciones previsibles con peatones y vehículos que obedecen las normas. Sin embargo, la diferencia entre manejar lo previsible y afrontar lo imprevisto sigue siendo grande.

Limitaciones y fallos recurrentes

Las debilidades documentadas son recurrentes y no triviales. He identificado cinco grupos principales de problemas: errores de percepción (semáforos mal clasificados), pérdida de localización (caídas de GPS o errores de posicionamiento), decisiones incorrectas ante conductores que actúan ilegalmente, fallos de software y confusión en obras o zonas con señalización temporal.

Los incidentes descritos por Cruise ilustran bien las consecuencias: planificación de maniobras hacia un hueco inexistente, no ceder el paso a un vehículo que pide incorporarse, frenadas insuficientes ante señales de stop, giros demasiado anchos y confusión por conos de obra. Esos episodios no son fallos cosméticos: implican riesgo real para la seguridad y demuestran límites en la síntesis de datos sensoriales.

Otras compañías señalaron problemas de localización (Drive.ai), caídas de software (Nissan), y dificultades para identificar semáforos o peatones en situaciones límite (Baidu, Aptiv). En mi opinión, ese patrón subraya la necesidad de redundancia y pruebas enfocadas en escenarios humanos atípicos.

Evaluación práctica: ¿qué revelan las cifras?

Las métricas de desconexión no son únicas ni definitivas, pero ofrecen una lectura práctica. Un número bajo de desconexiones por milla indica buen rendimiento en condiciones testadas, pero no garantiza que el sistema sea robusto en entornos no mapeados o ante comportamientos humanos erráticos.

Como técnico, interpreto esas cifras como un indicador de progreso, no como una señal de suficiencia para despliegues masivos sin restricciones. La transición de pruebas controladas a operaciones comerciales exige que la probabilidad de una desconexión imprevista sea extraordinariamente baja en todo el ámbito operativo.

Por ello, los fabricantes deben combinar rendimiento estadístico con garantías específicas: escenarios de fallo gestionables, sistemas de recuperación y límites geográficos de operación hasta resolver las áreas de riesgo identificadas.

Consumo, autonomía y costes: impacto operativo y económico

Autonomía real frente a la expectativa

Cuando hablamos de autonomía en vehículos autónomos conviene distinguir entre el marcador técnico de «modo autónomo» y la autonomía funcional que percibe un usuario. Los informes de desconexión muestran que el modo autónomo puede cubrir grandes distancias, pero con la condición de que exista supervisión humana y un contexto previamente validado.

En términos prácticos, eso significa que la autonomía funcional está limitada por el entorno operativo: zonas bien mapeadas, condiciones meteorológicas favorables, infraestructuras claras y comportamientos mayoritariamente previsibles de otros usuarios de la vía. Fuera de ese ámbito, la autonomía efectiva disminuye y la necesidad de intervención humana aumenta.

Como profesional, recomiendo valorar la autonomía declarada no como una garantía absoluta, sino como una estimación condicionada a escenarios concretos. Esa precaución afecta tanto a flotas de prueba como a servicios comerciales potenciales.

Consumo energético y costes operativos

Los informes base no incluyen datos de consumo energético específicos, pero las observaciones sobre hardware y redundancias permiten deducir implicaciones económicas. Sistemas con múltiples sensores (LIDAR, cámaras, radar) y redundancias de computación incrementan costes de adquisición y mantenimiento.

El coste operativo también crece si hay que garantizar supervisión humana continuada o intervención remota, pruebas constantes de software y actualizaciones frecuentes para corregir errores identificados en campo. Además, incidentes por fallos de percepción o localización derivan en costes indirectos: reparaciones, revisiones de software y mayor carga en equipos de validación.

En resumen, la transición a un modelo operativo eficiente exige reducir la tasa de incidentes y aumentar la resiliencia del sistema. Hasta entonces, los costes unitarios de operación y la necesidad de personal cualificado mantendrán la factura por kilómetro por encima de la de un vehículo convencional.

Cómo se traduce en decisiones de inversión y despliegue

Para quien decide inversiones en flotas o despliegues comerciales, la lección es clara: no basar decisiones en plazos optimistas. Los informes demuestran que los riesgos técnicos inciden directamente en la viabilidad económica y en la seguridad operativa.

Yo aconsejo tres criterios a la hora de evaluar proyectos: exigencia de métricas de desconexión transparentes, pruebas en escenarios de interacción humana imprevisible y planes de contingencia ante fallos de localización o software. Solo con estas garantías la relación coste/beneficio puede aproximarse a una ecuación aceptable para despliegues a gran escala.

Hasta que se mejore la robustez, la decisión racional es privilegiar despliegues limitados y altamente controlados antes que lanzamientos masivos que expongan a usuarios y flotas a riesgos innecesarios.

Rivales, público objetivo y para quién es esta tecnología

Quién está en la carrera y qué enfoques siguen

En los documentos analizados aparecen claramente los actores principales: Waymo, Cruise (GM), Aptiv (ex-Delphi), Baidu, Drive.ai y Nissan. Cada uno sigue estrategias distintas: algunos priorizan pruebas masivas con mapeado detallado, otros experimentan con conducción en entornos más abiertos o con distintos niveles de supervisión humana.

La competencia no es solo técnica; también es geográfica y de modelo de negocio. Algunos proyectos se orientan a servicios de ride-hailing geofencados, otros a soluciones de movilidad para flotas concretas. Esa diversidad de enfoques condiciona tanto el tipo de pruebas como la forma de medir el éxito.

Como profesional del motor, observo que la rivalidad saludable impulsa mejoras, pero también genera presión para acelerar calendarios. Esa presión puede llevar a despliegues prematuros si no se corrigen primero las debilidades documentadas.

Para quién es apropiada la tecnología hoy

En su estado actual, la tecnología tiene sentido en contextos muy concretos: zonas urbanas previamente cartografiadas, itinerarios fijos con baja complejidad operacional y servicios con supervisión humana disponible. No es, en mi opinión, una solución generalizada para todas las condiciones de conducción.

Los beneficiarios más claros son operadores que pueden controlar el entorno operativo: flotas de transporte en campus cerrados, servicios de movilidad en áreas peatonalizadas con mapeado exhaustivo, o programas piloto en ciudades con colaboración regulatoria. Para el conductor particular, su utilidad sigue siendo limitada salvo en modos asistidos, no totalmente autónomos.

Por tanto, la tecnología es hoy una herramienta de nicho con potencial de expansión, siempre que se aborden los fallos de percepción y toma de decisiones que los informes señalan.

Advertencias de seguridad y recomendaciones operativas

Principales riesgos a vigilar

Los incidentes descritos en los informes revelan riesgos que deben gestionarse activamente. Entre ellos destaco: errores en la identificación de señales, pérdida de localización por fallo de GPS, reacciones insuficientes ante elementos inesperados (conos, obras) y mala interpretación de conductas humanas ilegales.

Estos riesgos no son teóricos: afectan directamente a la seguridad vial. En mis revisiones prácticas, he visto que la combinación de incertidumbre sensorial y decisiones automatizadas puede producir maniobras imprecisas o indecisas, que a su vez incrementan la probabilidad de colisión si otros usuarios no anticipan la reacción del vehículo.

Por eso la mitigación debe ser prioritaria y explícita en cualquier plan de despliegue.

Medidas concretas que recomiendo

Recomiendo, desde la experiencia, una batería de medidas operativas y técnicas: implantar redundancia sensorial y de procesamiento, diseñar estrategias de comportamiento conservador ante incertidumbres, ensayar extensamente interacciones con conductores que incumplen normas, y definir geofences y límites operativos claros.

Adicionalmente, es esencial contar con procedimientos de recuperación: modos seguros que reduzcan velocidad y detengan el vehículo cuando la localización es incierta, y protocolos de intervención humana que minimicen tiempo de reacción. La combinación de estas soluciones reduce la posibilidad de que una desconexión derive en un incidente grave.

Mi recomendación final en materia de seguridad es exigir transparencia en las métricas de fallo y planes de contingencia auditables antes de cualquier ampliación del ámbito operativo.

FAQ — Preguntas frecuentes

¿Qué son los informes de desconexión y por qué importan?

Los informes de desconexión registran cada ocasión en la que un conductor humano tuvo que retomar el control de un vehículo autónomo durante pruebas en vía pública. Importan porque muestran, en la práctica, dónde y por qué fallan los sistemas automatizados.

Estas anotaciones combinan una métrica cuantitativa (número de desconexiones frente a distancia recorrida) con descripciones cualitativas del escenario, lo que permite identificar patrones y prioridades de mejora.

Como analista, valoro especialmente la parte cualitativa: un mismo número de desconexiones puede tener implicaciones muy distintas si proviene de errores de software frente a eventos provocados por mala señalización o comportamiento humano inesperado.

¿Cuáles son las causas más habituales de desconexión?

En los documentos revisados aparecen causas recurrentes: errores de percepción (semáforos mal clasificados), pérdida de localización (caídas de GPS o errores de posicionamiento), fallos de software, y dificultades para gestionar conductas humanas erráticas o ilegales.

Además, las obras y señalización temporal suelen generar confusión. Estos problemas muestran que el sistema puede funcionar bien en condiciones normales, pero pierde robustez en escenarios no previstos.

La solución exige tanto mejoras técnicas como una estrategia de pruebas que incluya situaciones deliberadamente adversas.

¿Significa esto que los coches autónomos no están listos?

No es una respuesta binaria. Los datos muestran progreso y capacidad de operar en contextos controlados, pero también limitaciones claras que impiden un despliegue indiscriminado. En mi opinión, la tecnología está madura para usos limitados y supervisados, no para un reemplazo total del conductor en cualquier situación.

Evaluar la «preparación» exige mirar la tasa de incidentes en escenarios críticos y la existencia de mecanismos de mitigación robustos. Hasta que ambos aspectos no estén resueltos, la prudencia regulatoria y operativa es necesaria.

Mi criterio profesional es esperar despliegues escalonados con requisitos de seguridad estrictos antes de ampliar el ámbito operativo.

¿Qué puede hacer un regulador o un operador para reducir riesgos?

Reguladores y operadores deben exigir transparencia de datos, escenarios de prueba que incluyan conductas humanas atípicas y planes claros de contingencia. También conviene establecer límites geográficos y condiciones climáticas para los despliegues y verificar la redundancia de sensores y sistemas de recuperación.

En la práctica, esto se traduce en ordenar pruebas en zonas geofencadas, auditorías externas de métricas de desconexión y requisitos de robustez de software y hardware. Medidas así reducen la probabilidad de incidentes evitables.

Desde la experiencia operativa, sostengo que esa combinación de exigencia técnica y control operativo es la vía más segura para avanzar sin sacrificar la protección de usuarios y viandantes.

¿Cómo me afecta esto como usuario o gestor de flotas?

Si gestionas una flota, debes valorar estos informes como señales de alerta sobre costes y requisitos de supervisión. Planifica inversión en redundancias, formación de supervisores y protocolos de intervención ante desconexiones.

Como usuario, es importante entender que la etiqueta «autónomo» no elimina la responsabilidad ni la necesidad de vigilancia en muchos contextos. Hasta que la tecnología no demuestre robustez en escenarios adversos, la supervisión humana sigue siendo necesaria.

Mi consejo profesional: exigir métricas y garantías antes de integrar sistemas autónomos en entornos de servicio al público.

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Sergio Vidal

Sergio Vidal cubre motor, movilidad eléctrica y compra informada. Lleva años probando vehículos y comparando fichas técnicas con uso real: consumos, mantenimiento, costes totales y fiabilidad por generación. En eléctricos e híbridos explica autonomía útil, degradación y estrategias de carga; en combustión, la realidad de costes y normativa. Sus guías de compra priorizan necesidades del lector y escenarios de uso, mientras que sus tutoriales de mantenimiento básico ayudan a alargar la vida del vehículo sin complicaciones. Dirige los especiales “Guías de compra por presupuesto” y “Rutas de carga”. Su estilo combina precisión técnica y lenguaje claro, con matrices comparativas que facilitan decisiones sin sesgos de marca.

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