Cómo prevenir infecciones al hacerte manicura y pedicura

Consejos claros y prácticos para reducir el riesgo de infecciones en manicuras y pedicuras: qué llevar, qué pedir y cómo reconocer malas prácticas.

Qué entendemos por riesgo de infección en manicura y pedicura

Cuando hablo de riesgo de infección me refiero a la posibilidad real de que hongos, bacterias u otros patógenos entren en contacto con la piel, la lámina ungueal o el lecho ungueal durante un servicio de manicura o pedicura. Lo que ocurre en la mesa del salón —herramientas compartidas, baños de pies, cortes o limas— puede permitir la transmisión si no se aplican medidas higiénicas adecuadas.

Lo he visto en primera persona: conozco a quien perdió una uña tras una infección después de un tratamiento, y no es anecdótico; esas historias coinciden con los mecanismos que ahora explico. No se trata de alarmismo, sino de reconocer que existen vectores concretos de contagio y maneras prácticas de reducirlos.

En la práctica, el riesgo varía con tres factores principales: el estado previo de la piel y las uñas del cliente, la limpieza y el método de desinfección de las herramientas, y las prácticas del salón. Si alguno de estos falla, la probabilidad de infección sube. Entre los agentes que pueden transmitirse están hongos, bacterias y —en contextos extremos— virus transmitidos por sangre, como hepatitis B o C.

Mi enfoque aquí es claro y útil: explicar cómo sucede la transmisión, qué preguntas prácticas hacer y qué llevar o evitar para minimizar el riesgo sin renunciar a un tratamiento estético. No voy a prometer inmunidad absoluta —eso no existe—, pero sí pautas sólidas para reducir la probabilidad de problemas.

Cómo funciona la transmisión y qué desinfección es eficaz

Vectores comunes y puntos críticos

La transmisión ocurre por contacto directo con superficies contaminadas o por heridas abiertas. Un corte leve en una cutícula, una uña rota o una pequeña fisura en la piel son puertas de entrada para microorganismos que en condiciones normales no causan daño fuera del cuerpo.

Herramientas como alicates, cortauñas, empujadores de cutícula y limas pueden alojar gérmenes si no se limpian correctamente entre usos. Los baños de pies, si no se desinfectan adecuadamente, constituyen un reservorio ideal para hongos y algunas bacterias: el agua y la temperatura favorecen su supervivencia temporal.

Además, existe riesgo añadido cuando las herramientas caen al suelo o se comparten sin control. En esos casos conviene pedir sustitución inmediata; no asumir que el instrumento se ha desinfectado por defecto.

Métodos de desinfección y su eficacia práctica

El procedimiento más fiable para esterilizar instrumentos metálicos es el autoclave: somete las herramientas a vapor a alta presión y temperatura y elimina la mayoría de los agentes patógenos. En muchos salones profesionales se emplea y suele identificarse por un indicador visible en la máquina. Es la opción que yo considero de más confianza para instrumentos reutilizables.

Como alternativa, el remojo en soluciones desinfectantes comerciales también es válido si se realiza correctamente: tiempos de inmersión y concentraciones adecuados, seguido de enjuague. Algunas limas o esponjas no admiten esterilización y deben ser de un solo uso.

Un matiz importante: desinfectar no es lo mismo que limpiar. La limpieza elimina restos visibles; la desinfección reduce microorganismos. Ambos pasos son necesarios para minimizar riesgos. Yo siempre pregunto al técnico cómo limpian y desinfectan, y observo el estado de las herramientas antes de usarlas.

Aplicaciones prácticas y límites: qué llevar y qué pedir en el salón

Si quiero minimizar riesgos, llevo mis propias herramientas básicas: cortaúñas de manos y pies, empujador de cutículas, navaja o alicate si los uso regularmente y una lima personal desechable. Llevar el esmalte propio facilita retoques y evita compartir el frasco; además, me permite seguir con el color en casa.

Traer el propio equipo tiene límites: es poco práctico llevar un hidromasaje para pies, por ejemplo. En ese caso, insisto en que el baño de pies se desinfecte antes de usarlo; técnicas aceptables incluyen el remojo en soluciones desinfectantes o el uso de detergentes potentes seguidos de aclarado y secado. Si se emplea lejía, debe enjuagarse muy bien para no irritar la piel.

Algunas herramientas no deben reutilizarse: ciertos tipos de limas y esponjas no metálicas se diseñan de un solo uso. Por otro lado, las limas metálicas suelen poderse esterilizar, aunque conviene evitar las que dañan la lámina ungueal. Yo evito limas que notoriamente se llevan capas de la uña; prefiero herramientas que respeten la integridad del tejido.

Antes de sentarme, suelo comprobar visualmente: aspecto de las mesas, si las herramientas están en envases cerrados o en bandejas limpias, y si el técnico usa guantes o los cambia cuando procede. También es prudente no acudir con una infección previa en uñas o piel: si ya hay señal de infección, pospongo el tratamiento hasta que un profesional sanitario confirme que está resuelta.

  • Qué llevar: cortaúñas de manos y pies, lima desechable, empujador de cutículas, alicate personal y tu esmalte.
  • Qué pedir: que las herramientas que hayan caído al suelo se sustituyan y que la spa de pies haya sido desinfectada correctamente.
  • Qué evitar: tratamientos cuando hay heridas abiertas o signos claros de infección.

Estas medidas no garantizan un riesgo cero, pero sí reducen significativamente la probabilidad de complicaciones.

Analogías sencillas para entenderlo sin tecnicismos

Pienso en un salón como en una cocina compartida. Si en la cocina alguien no lava bien un cuchillo tras cortar carne cruda, otro usuario puede cortar después y contaminar la comida. Con las uñas funciona igual: un instrumento mal desinfectado es una superficie que transfiere «suciedad» biológica de un cliente a otro.

Otra imagen útil: el baño de pies es como una piscina pequeña. En una piscina grande el cloro y la circulación ayudan a mantener condiciones relativamente seguras; en un recipiente pequeño los restos de piel y el calor permiten que hongos y bacterias se mantengan y crezcan si no se trata con desinfectante entre usos.

Finalmente, comparar un autoclave con un lavavajillas potente ayuda a distinguir niveles de seguridad. Ambos eliminan suciedad y microorganismos, pero el autoclave alcanza temperaturas y presiones específicas que inactivan patógenos que otras técnicas no siempre eliminan. Por eso, para instrumentos que entran en contacto con la piel lesionada, la esterilización completa es la opción más segura.

Estas analogías sirven para decidir con criterio: no todo riesgo merece alarma, pero sí atención práctica. Al entenderlo así, resulta más fácil adoptar hábitos sencillos y efectivos.

Preguntas frecuentes

¿Puedo llevar todas mis herramientas y usarlas en el salón?

Llevar tus propias herramientas es una buena práctica para reducir exposición. Suelo traer cortaúñas, empujador de cutículas y mi esmalte; son fáciles de transportar y no cuesta nada pedir que se usen.

Pero hay límites claros: no es realista llevar un baño de pies. Además, algunas herramientas requieren esterilización profesional que tú no puedes reproducir en casa. Si vas a usar tus instrumentos, asegúrate de que estén limpios y desinfectados antes y después de la sesión.

También conviene saber que ciertas limas o esponjas no están diseñadas para esterilizarse y deben ser desechables. Yo las sustituyo por desechables cuando viajo o por limas que puedo desechar tras el uso.

¿Qué señales me indican que un salón cumple con higiene básica?

Observo tres cosas: orden y limpieza visibles; herramientas almacenadas en bandejas limpias o envases cerrados; y prácticas del personal (cambio de guantes, lavado de manos o uso de desinfectante entre clientes).

Si veo un baño de pies turbio, herramientas en una bandeja sucia o instrumentos que han caído al suelo y vuelven a usarse sin control, eso es una señal para cuestionar el servicio. En esos casos, pido sustitución de la herramienta o decido no usar ciertos servicios.

No es necesaria una inspección exhaustiva, pero sí una actitud observadora y preguntar con calma al técnico por su protocolo de limpieza cuando algo me genera duda.

¿Qué hago si después de una manicura me sale una infección?

Si detectas enrojecimiento persistente, dolor creciente, pus o pérdida de la uña, conviene acudir a un profesional sanitario. No todos los enrojecimientos son infecciones graves, pero es importante evaluar y tratar a tiempo para evitar complicaciones.

Mientras esperas la valoración, evita manipular la zona, mantén la higiene y no uses esmaltes ni productos que puedan irritar hasta que un profesional lo indique. Yo recomiendo documentar qué tratamiento se recibió y dónde, por si el profesional sanitario necesita esa información.

Si la infección se confirma, el profesional indicará el tratamiento adecuado; en casos de hongos el abordaje puede ser prolongado, y en infecciones bacterianas podría ser necesario un antibiótico tópico u oral según la gravedad.

¿Las limpiezas caseras son una alternativa segura?

Hacerte la manicura en casa puede ser seguro si mantienes buenas prácticas: herramientas personales limpias, superficies limpias y evitar cortar cutículas si no tienes experiencia. Para pedicuras, evita remojos prolongados en recipientes sucios y desinfecta herramientas antes de usarlas.

Personalmente, hago en casa los mantenimientos sencillos y dejo los tratamientos más complejos al profesional, especialmente cuando requieren utensilios que yo no puedo esterilizar correctamente.

Si optas por el hogar, estudia qué herramientas son reutilizables y cuáles se desechan, y mantén un hábito de limpieza regular: limpieza, desinfección y almacenamiento en condiciones secas y cerradas.

¿Debo renunciar a manicuras o pedicuras si tengo alguna enfermedad crónica?

Si tienes una condición que afecte la circulación, la sensibilidad o la cicatrización (como diabetes), conviene consultar con tu médico antes de someterte a ciertos tratamientos. Es un tema de precaución, no de prohibición automática.

En mi experiencia, muchas personas con condiciones crónicas siguen disfrutando de servicios estéticos adaptados: evitar cortes en la cutícula, optar por limados suaves y preferir salones con protocolos estrictos de higiene.

Lo esencial es coordinación entre tu médico y el técnico del salón para ajustar el servicio a tus necesidades y reducir riesgos innecesarios.

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Pablo Alcolea

Pablo Alcolea es divulgador científico con foco en energía, espacio e investigación aplicada. Su objetivo es hacer comprensibles los avances sin sacrificar rigor: explica métodos, límites y por qué importan. Ha cubierto misiones espaciales, transición energética y biomedicina con comparativas históricas y lectura crítica de estudios. En el medio coordina especiales sobre grandes preguntas científicas y glosarios que aterrizan conceptos complejos. Sus piezas incluyen apartados de “qué sabemos”, “qué no” y “qué viene”, ayudando al lector a distinguir evidencia de hipótesis. Su escritura es sobria y visual, con ejemplos cotidianos que conectan con la vida real.

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