Cómo funcionan los sistemas de seguridad en ascensores

Explico, con lenguaje claro y analogías, cómo frenos electromagnéticos, sistemas de tope y un amortiguador en la base trabajan en cadena para proteger a los pasajeros y cuáles son sus límites.

Sistemas de seguridad en ascensores: qué son en pocas palabras

Como divulgador científico me gusta empezar por lo esencial: los sistemas de seguridad de un ascensor son una serie de mecanismos independientes que actúan como copias de seguridad entre sí. Su función no es evitar todas las fallas posibles, sino reducir riesgos y contener consecuencias cuando algo falla.

En términos prácticos, hablamos de tres capas claras: frenos que se cierran automáticamente si falta la alimentación, dispositivos de parada en los extremos del hueco y un amortiguador en el fondo que atenúa el impacto si todo lo demás falla. Cada una de estas capas responde a un fallo distinto y, combinadas, ofrecen una protección robusta.

He explicado estos conceptos a técnicos, usuarios y responsables de mantenimiento, y siempre insisto en una idea: seguridad redundante no es lo mismo que invulnerabilidad. Los sistemas están diseñados para minimizar daños y proteger a las personas, no para crear una protección absoluta contra cualquier escenario imaginable.

En lo que sigue desgloso cómo funciona cada mecanismo, dónde se aplica, sus límites y analogías sencillas que ayudan a entender por qué están colocados así. También aporto respuestas a las preguntas más habituales que recibo cuando trato este tema.

Cómo funcionan — las tres barreras que actúan en cadena

Freno electromagnético: el cierre seguro ante pérdida de energía

El primer elemento en la cadena de seguridad que suele observarse desde fuera es el freno electromagnético. Su particularidad clave es que se mantiene en posición de apertura mediante una corriente eléctrica; si esa corriente se interrumpe, el freno pasa a la posición de cierre por diseño. Es un principio de fail-safe: la ausencia de energía provoca la parada segura.

Explico esto a menudo con detalle porque es contraintuitivo: la electricidad no actúa para frenar, sino para permitir que el freno permanezca abierto durante el servicio normal. Cuando la alimentación falla, entra en juego un mecanismo que deja el freno en su posición de seguridad, evitando que la cabina pueda moverse libremente.

En mi experiencia, esa solución es especialmente valiosa en cortes de corriente imprevistos: reduce el riesgo inmediato de desplazamientos no controlados y permite que los pasajeros queden retenidos en una posición segura hasta que se recupera la normalidad o se aplican procedimientos de evacuación.

Es importante subrayar que el freno electromagnético no actúa en aislamiento: su función es detener o mantener la cabina en su posición nominal cuando el sistema de tracción no está en marcha, pero para escenarios extremos existen otras protecciones complementarias.

Frenos automáticos cerca de los topes del hueco

La segunda barrera son los frenos automáticos situados en los extremos del hueco —próximos a la parte superior e inferior— que intervienen si la cabina se desplaza más allá de su recorrido previsto. Su propósito es detener el movimiento en caso de sobrepaso o descontrol.

En la práctica, estos sistemas están diseñados para entrar en acción cuando detectan que la cabina ha superado límites seguros. Actúan como una parada de emergencia localizada: detienen el carretón antes de que alcance puntos donde la seguridad estructural o el confort de los ocupantes podrían verse comprometidos.

He visto estos sistemas realizar intervenciones limpias en simulacros y pruebas de mantenimiento. Su fiabilidad depende tanto del diseño como del mantenimiento periódico: sensores y elementos mecánicos deben comprobarse con regularidad para asegurar una respuesta efectiva cuando sea necesaria.

En conjunto con el freno electromagnético, estos frenos automáticos aumentan la probabilidad de controlar la cabina aún en situaciones en las que el sistema de tracción principal no responde como debería.

Amortiguador en la base: la última línea de protección

Si todas las medidas anteriores no impidieran un descenso incontrolado, existe una última salvaguarda en la base del hueco: un amortiguador de gran capacidad, típicamente un pistón alojado en un cilindro con aceite. Su función es absorber la energía del impacto y suavizar la detención de la cabina.

La lógica es simple y comprobada: transformar parte de la energía cinética en trabajo hidráulico dentro del cilindro, lo que reduce la desaceleración brusca que experimentarían las personas dentro de la cabina. En términos coloquiales, actúa como un colchón hidráulico a gran escala.

En mi experiencia explicando inspecciones, la presencia de un amortiguador bien mantenido es decisiva para minimizar daños en escenarios extremos. No es una garantía de que no haya consecuencias materiales, pero sí reduce significativamente la severidad del impacto.

Conviene recordar que este elemento solo entra en juego en condiciones en las que todo lo demás ha fallado; no está pensado para uso rutinario ni como sustituto de frenados y controles adecuados en el resto del sistema.

Aplicaciones y límites: dónde son efectivos y qué no resuelven

Ámbitos de aplicación y beneficios reales

Estos sistemas se aplican en todos los ascensores modernos como parte de la normativa y las prácticas de seguridad. Su valor está en la redundancia: cada sistema cubre modos de fallo distintos —pérdida de energía, desplazamiento fuera de recorrido y caída libre— y, combinados, disminuyen la probabilidad de un resultado grave.

Desde mi punto de vista, uno de los beneficios clave es la previsibilidad operativa: los técnicos pueden confiar en que, salvo fallo simultáneo de varias capas, la cabina quedará controlada o, en último término, amortiguada. Esto facilita tanto las operaciones de rescate como las inspecciones preventivas.

Además, estos elementos ofrecen ventajas para el diseño de mantenimiento: al estar claros los modos de fallo cubiertos, las tareas de comprobación y sustitución pueden programarse de forma eficiente, priorizando los componentes más críticos para la seguridad.

En conversaciones con responsables de edificios observo que entender esta filosofía ayuda a tomar decisiones informadas sobre inversiones en mantenimiento y modernizaciones.

Límites y riesgos que no se deben ignorar

Es crucial aceptar límites: ningún sistema puede eliminar por completo el riesgo. La seguridad depende de la correcta instalación, del mantenimiento y de procedimientos operativos adecuados. Una pieza mal ajustada o un sensor sin verificar reducen la eficacia de cualquier sistema, por robusto que parezca.

He presenciado casos donde la confianza excesiva en los sistemas redundantes llevó a descuidar revisiones periódicas. Esa complacencia es peligrosa: la redundancia protege frente a fallos aislados, no frente a fallos generalizados por negligencia de mantenimiento.

Otro límite importante es la exposición a condiciones externas adversas: inundaciones, corrosión o daños mecánicos por impactos pueden comprometer elementos como el amortiguador o los sensores de tope. Por eso, la vigilancia sobre el entorno físico del hueco es tan relevante como la revisión de componentes eléctricos.

En resumen, estos sistemas reducen riesgos de forma muy eficaz, pero su rendimiento depende de una cadena completa: diseño, instalación, inspección y mantenimiento continuos.

Analogías sencillas para entender cómo actúan

Analogía 1: el imán de una puerta y el seguro del coche

Para entender el freno electromagnético, me gusta comparar su funcionamiento con el imán que mantiene una puerta abierta en algunos edificios: la corriente mantiene la sujeción; al faltar la corriente, la puerta se cierra por su propio mecanismo de retención. La idea es la misma: la ausencia de energía coloca el elemento en su estado seguro.

Otra comparación útil es el seguro de estacionamiento de un coche: está diseñado para bloquear la rueda cuando el vehículo no está en marcha. No evita todas las contingencias, pero impide movimientos indeseados. En ascensores, el freno electromagnético desempeña un papel análogo.

Estas imágenes ayudan a comprender por qué el diseño opta por mecanismos que favorecen la seguridad en ausencia de energía, en lugar de depender exclusivamente de la presencia de corriente para frenar.

Analogía 2: topes de travesía y amortiguador como cojín

Los frenos automáticos situados en los extremos del hueco se pueden comparar con los topes de seguridad que detienen un tren ligero si sobrepasa su estación: son dispositivos de parada ubicados estratégicamente para evitar entrar en zonas peligrosas.

El amortiguador en la base funciona como el cojín de protección en una colisión controlada. Si todo lo demás falla, su cometido es transformar energía en una forma que reduzca la desaceleración brusca. Imagino siempre un pistón hidráulico como el equivalente industrial de un gran amortiguador que absorbe energía por fricción controlada del fluido.

Estas analogías no sustituyen la explicación técnica, pero facilitan entender por qué varias capas de protección son más eficaces que una sola.

Preguntas frecuentes

¿Son seguros los ascensores si ocurre un corte de luz?

Sí, los ascensores incorporan medidas diseñadas precisamente para esos casos. El freno electromagnético se cierra cuando falta la alimentación, lo que evita desplazamientos no controlados de la cabina. Además existen sistemas que permiten que la cabina se detenga en una posición segura para la evacuación.

En mi experiencia explicando rescates, la mayoría de los cortes de luz producen como resultado pasajeros inmovilizados temporalmente, no incidentes graves. Sin embargo, la seguridad completa depende de que los procedimientos de mantenimiento y rescate estén bien establecidos.

Por tanto, la respuesta práctica es que el diseño contempla cortes eléctricos, pero siempre conviene actuar con calma y seguir las indicaciones del personal de mantenimiento o de los servicios de emergencia cuando proceda.

¿Puede el amortiguador evitar daños si la cabina cae desde mucha altura?

El amortiguador reduce la energía del impacto y atenúa la desaceleración, disminuyendo la severidad del suceso. No obstante, su eficacia depende de la energía que deba disipar: cuanto mayor sea la energía cinética, mayor será la demanda sobre el sistema.

En la práctica, el amortiguador es la última línea de defensa y está pensado para escenarios en los que los demás sistemas han fallado. No es un remedio universal para todas las situaciones extremas, pero sí reduce significativamente el riesgo de lesiones graves en muchos escenarios.

Desde mi punto de vista, no es aconsejable pensar en el amortiguador como una garantía absoluta; su propósito es mitigar consecuencias cuando todo lo demás ha fallado.

¿Se estropean estos sistemas con facilidad?

Como cualquier dispositivo mecánico o eléctrico, pueden sufrir desgaste o averías si no se mantienen adecuadamente. La fiabilidad depende del diseño, la calidad de los componentes y el rigor del mantenimiento preventivo.

He participado en revisiones donde la observación más habitual era la falta de limpieza o lubricación adecuada en partes móviles, o sensores desajustados. Esos problemas se corrigen con protocolos de mantenimiento, comprobaciones periódicas y pruebas funcionales.

En resumen: no se estropean por naturaleza, pero requieren atención programada para mantener su fiabilidad.

¿Qué debo hacer como usuario si el ascensor se detiene de forma inesperada?

Lo primero es mantener la calma y evitar forzar puertas o intentar salir por cuenta propia. Utiliza el sistema de comunicación del ascensor para avisar al servicio de mantenimiento o a los servicios del edificio; esos dispositivos están diseñados para permitir una intervención segura.

En mi experiencia en charlas públicas, la mayoría de las intervenciones son de carácter asistido: técnicos cualificados acceden de forma controlada y evacuan si es necesario. Intentar salir sin medios adecuados puede ser más peligroso que esperar asistencia.

Si observas ruidos anormales, humo o señales claras de avería grave, informa con detalle al personal; esa información ayuda a priorizar la respuesta y a mantener la seguridad de todos.

¿Qué señales indican que el mantenimiento del ascensor es insuficiente?

Señales habituales son ruidos inusuales durante el movimiento, detenciones bruscas o desincronizadas, vibraciones fuera de lo normal y avisos recurrentes en el panel de control. Si observas alguno de estos signos, conviene notificarlo al responsable del edificio.

He visto casos en los que la atención temprana evitó averías mayores: una simple corrección de alineación o la sustitución de un sensor desgastado restableció el funcionamiento seguro. La prevención siempre resulta más económica y segura que la reparación tras un fallo.

En definitiva, la observación atenta por parte de usuarios y una respuesta rápida por parte del mantenimiento son pilares tan importantes como los propios sistemas de seguridad instalados.

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Pablo Alcolea

Pablo Alcolea es divulgador científico con foco en energía, espacio e investigación aplicada. Su objetivo es hacer comprensibles los avances sin sacrificar rigor: explica métodos, límites y por qué importan. Ha cubierto misiones espaciales, transición energética y biomedicina con comparativas históricas y lectura crítica de estudios. En el medio coordina especiales sobre grandes preguntas científicas y glosarios que aterrizan conceptos complejos. Sus piezas incluyen apartados de “qué sabemos”, “qué no” y “qué viene”, ayudando al lector a distinguir evidencia de hipótesis. Su escritura es sobria y visual, con ejemplos cotidianos que conectan con la vida real.

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